Cómico, humorista y monologuista que actúa en la ciudad

El conocido humorista Quequé Delgado aterriza hoy en Benavente después de haber recorrido media España con su espectáculo «Antolojeta: obras con petas». La actuación será un recopilatorio fragmentado de los mejores monólogos de este cómico. En el escenario no estará solo, tendrá como acompañante al guitarrista Raúl Martín, que amenizará con música en tono sarcástico el «desvarío locuaz» de Quequé.

-¿Cómo está funcionando la obra?

-Muy bien. Llevamos ya dos años de gira. Yo quería parar, porque está bien hacer otras cosas, pero continuaré más tiempo. Según está las cosas, y funcionando cómo está funcionando, voy a continuar hasta que tenga tirón y la gente se canse.

-Además de Benavente, ¿en qué más ciudades ha actuado anteriomente?

-Lo acabo de hacer en Soria. La semana pasado nos recorrimos la zona de Miranda. Hemos estado en Valladolid, en el norte. Nos queda el sur de España, y poco más.

-¿En qué ciudad el público ha sido más agradecido?

-No depende el público, sino del día de la semana de la actuación. El público es el mismo en todos los lados, pero no es lo mismo actuar un jueves, que la gente tiene que trabajar al día siguiente, que un sábado. La gente desparrama más cuando sabe que al día siguiente no tiene que trabajar.

-¿En qué consiste «Antolojeta»?

-Es una recopilación de mis mejores monólogos, además acompañado por un pedazo de músico Raúl Martín, con el que hago cinco canciones de risa. De esta forma, no es el típico espectáculo de monólogos, un tío hablando solo durante una hora y media, sino que lo combinamos con música para pasarlo bien.

-¿Cuál es la clave de un buen monólogo?

-La única clave que yo conozco es que me haga gracia a mí. Hay veces que te equivocas, pero para eso hay que probar muchas veces. La regla es esa, si a mí me hace gracia, a los demás se la hará también.

-¿Alguna vez le ha pasado que el público no se ha reído con sus chistes?

-Sí, claro. Esta profesión es ensayo-error. Uno va probando cosas, y algunas veces funcionan, y otras veces no. Eso está, existe, y es lo que le da un punto de emoción a todo esto.

-¿Recuerda su primera actuación?

-Sí, lo recuerdo como algo totalmente lamentable. Creo que la gente se río, porque no me fue mal, pero estaba en un estado de shock absoluto. Me confundí, en un momento dado se me olvidó el texto, me pasó de todo.

-¿Cómo logra salir de un momento delicado, por ejemplo cuando se le olvida el texto?

-Tirando para adelante como puedas y ya te vendrá. En el fondo tú sabes que el texto te lo sabes. Necesitas un poco de calma, seguir hablando hasta que de repente te vuelve a venir a la cabeza, y continuas con el monólogo.

-¿Cuál es la mejor escuela para un monologuista?

-Actuar cuantas más veces mejor, y en cuantos más sitios diferentes mejor. No es lo mismo actuar en un teatro, que actuar en un bar o en una sala de fiestas.

-¿Cuál es el sitio para actuar que más respeto da?

-Muchos cómicos actuamos en actos privados, por ejemplo convenciones de empresas. Este tipo de actuaciones son complicadas, porque está todo el mundo vestido de traje y corbata, el jefe al lado, todo el mundo esperando que el jefe se ría para reírse, es un momento de tensión. Pero también es recomendable actuar en sitios así.

-Cuando crea un monólogo, ¿de dónde obtiene la inspiración?

-La inspiración te la da la vida misma. Tienes que ir con los ojos bien abiertos. Cualquier excursión al supermercado o al Ikea puede darte ideas para escribir un monólogo.

1977, Salamanca

El salmantino Quequé Delgado llegó al mundo de la comedia un poco por casualidad. Él mismo se define: «Antes era una especie de cantautor graciosete perdido en Salamanca que no sabía que hacer con mi vida». Animado por sus amigos se presentó a un certamen de monólogos del Club de la Comedia y ganó. A partir de ese momento comenzó su carrera como monologuista reconocido. En sus monólogos parte de un costumbrismo típico de esta clase se humor, pero después se desvía por la tangente, se va por las ramas, y acaba con un surrealismo auténtico que atrapa al público y consigue, durante más de dos años, llenar teatros y salas con su obra «Antolojeta: obras con petas» .