Dominando la vega del arroyo Almucera, en las inmediaciones de los campamentos romanos de Petavonium, sobre un pequeño promontorio a caballo entre San Pedro de la Viña y Santibáñez de Vidriales, se alza «El Conventico» como se le ha venido denominando desde el pasado siglo al edificio ahora en ruinas pero con una pujante vida hasta bien entrado el siglo XX.

Se cumplen ahora 900 años desde que el 1 de mayo de 1112 el monasterio Sancti Salvatoris Vallis Viridae fuese donado al monasterio francés de Cluny por doña Aldonza, la hija del conde Gómez Díaz y esposa de Munio Fernández. «Unum monasterium in honorem sancti saluatoris dedicatum, cum sua uilla ab integro, que dicitur Uillauerde. Et sic monasterium quomodo et illa uilla inqua est positum iacent in Ualle de Uidriales», según se recoge en la colección diplomática del monasterio de Sahagún. Este monasterio leonés ya tenía 12 años antes entre sus posesiones al cenobio de San Salvador, ya que en enero del 1100 el rey leonés Alfonso VI dona el monasterio de San Salvador, en el valle de Vidriales, relatando que había permanecido antes a Munio Fernández.

Pocos historiadores han profundizado en el monasterio de San Salvador de Villaverde, a excepción del fallecido y prolífico escritor astorgano, archivero diocesano, Augusto Quintana Prieto, el historiador Rafael González Rodríguez o autores como Fernandeo Regueras Grande y Muñoz Miñambres, pero lo que hoy son unas ruinas objeto del permanente expolio arrastran una buena parte de la historia del norte zamorano. Se desconoce hasta cuando San Salvador de Villaverde perteneció a Cluny, no obstante hasta el siglo XVI se viene denominando San Salvador de Villaverde de Cluny, aunque probablemente y muchos años antes, el monasterio de Sahagún gozase del privilegio de contar entre sus manos con el ya consistente en priorato perteneciente a los condes de Benavente. El propio Muñoz Miñambres se atreve a vincular al pequeño monasterio junto al arroyo del Almucera con los Templarios y no le faltarán razones en base a que la Orden de San Juan y la Orden del Temple ocupó parte de heredades en tierras de Vidriales, del Tera y de la Carballeda. El Tumbo de San Martín de Castañeda del siglo XVIII menciona el control del monasterio de Ageo, que en el 1168 los templarios tienen tomado el monasterio de Ayoo de Valdevidriales. En el siglo XV el monasterio vidrialés se encuentra dentro de los límites del condado de los Pimentel con lo que ello comporta.

La construcción del monasterio posiblemente se deba a finales del siglo XI ya que en un diploma de los fondos del monasterio de Sahagún del año 1100 se menciona como una fundación altomedieval o vinculado a la nobleza media baja como establecimiento familiar. En todo caso, y como apunta el historiador Rafael González Rodríguez, el cenobio de San Salvador de Villaverde tendría relación con los próximos de San Fructuoso de Ageo, San Miguel de Castroferrol, Santa Marta de Tera, Camarzana, San Pedro de Zamudia, San Adrián del Valle y el de Santa Colomba de las Monjas. El de Catroferrol lo situan algunos estudiosos en el emplazamiento de la actual iglesia de Colinas de Trasmonte.

Remontándose a la historia escrita, la primera vez en que aparece el cenobio se debe a un diploma de los fondos del monasterio de Sahagún del año 1100, bajo el control de Alfonso VI, aunque este documento advierte de la pertenencia anterior al conde Munio Fernández en el siglo XI. El monarca tuvo que apropiarse del cenobio en manos del conde Munio Fernández, a raíz de una confiscación de los bienes del noble según ha podido documentar Rafael González. En el año 1112, la condesa doña Aldonza, viuda del conde Munio, después de que la reina doña Urraca le hubiera restituido el cenobio, lo entregó con sus haberes, derechos y pertenencias al monasterio francés de Cluny. Sahagún y Cluny mantenían estrecha vinculación desde el año 1080 en que el primero introdujo la regla del cluniacense.

Actualmente las ruinas del «Conventico» sólo dejan ver a tres edificaciones, la residencia de monjes, las caballerizas y la iglesia. El expolio sufrido durante los últimos años desde que el último morador, un vecino de San Pedro de la Viña mantuviese la actividad de carpintero en la capilla, el pillaje se ha venido adueñando de grandes losas pétreas, del enrejado de las ventanas y hasta quien sabe de qué legajos encontrados entre sus muros.

Un sarcófago surgió hace años en unas faenas agrícolas y que algunos estudiosos atribuyen al fundador Munio, enterrado a los pies de esta pequeña iglesia construida sobre una antigua capilla que tiene orientado su altar en dirección al Norte.