Los gorjeos y arrullos de las palomas apostadas sobre las cornisas de la octogonal torre de la iglesia de Santa Cristina de la Polvorosa se acrecentaban ayer al contemplar desde lo alto un singular desfile que llegaba hasta su habitual cobijo. La inusual estampa de ver llegar hasta el pórtico de la iglesia a un buen número de animales emitiendo suaves sonidos como ladridos, maullidos e, incluso parloteos o carreteos se confundían con los primeros tañidos provocando que algunas perezosas palomas se retirasen por unos momentos de su provisional aposento sobre los yugos de las campanas permitiendo que la veintena de perros, gatos e incluso un loro acaparasen la máxima atención en Santa Cristina.

Tanto vecinos como conductores de vehículos no podían dejar de fijar su mirada sobre el singular espectáculo que en Santa Cristina de la Polvorosa viene formando parte de la memoria popular desde hace, al menos, 122 años. «Mi familia viene manteniendo la tradición desde el año 1890», dice David Sobejano Pozuelo, un tataranieto descendiente de esta familia de la localidad que ha venido promoviendo desde entonces el tradicional rito de la bendición de los animales. De la fecha da fiel testimonio una inscripción que figura en una vara del eremita san Antón, patrón de los animales.

El nutrido grupo de mascotas lucía ayer sus mejores galas con todo el orgullo de sus propietarios. Canes de la raza yorksire, malteses, pastor alemán, cruces de razas, felinos mimosos e, incluso, «Lorita», una hembra de loro de seis años que «es muy tremenda y muy simpática» al decir de su propietaria Mari Jose quien no dudó en llevar a recibir las aguas benditas a «Lorita» pero no a su compañero «Rufo» «porque no tengo manos para tanto», advierte. Mari Jose llevó ayer hasta la iglesia también a una perrita maltesa de 2 años, a «Nara» que es la compañera de Lolo su padre, según asegura, aseverando entre risas su progenitor.

Otros propietarios de mascotas como la vecina de Santa Cristina, Isabel García, quería también que sus dos perritas chihuahuas, «Coki» y «Linda» recibieran las benditas aguas de san Antón de manos del párroco. Estas dos perritas llevan sólo un mes en casa de Isabel desde que se las entregó la anterior propietaria. Su pareja de mascotas comparte residencia con cinco felinos. «Es que en casa siempre hemos tenido animales, perros y gatos», explica sin dejar de resaltar el diferente comportamiento de una y otra perrita. «Coki» es más nerviosa, le come la merienda a «Linda» que es muy presumida, toda una señorita». Otra pareja de yorksires, «Miki» de 4 años y «Gufi» de 1,5 años ya repiten un año más el tradicional rito. «Miki» es un cielo, pero Gufi es malísimo» dice su dueña Elga Santiago que tiene en su casa a las dos mascotas como a sus hijos.

El revuelo y alborozo general a las puertas de la iglesia se detiene por unos momentos mientras aparece «Julio», un pastor alemán de tres años de edad cuya propietaria sujeta bien, pero él tira de la correa, quiere olisquear a sus congéneres más bajitos. La complicidad del grupo se vuelve cómica para sus propietarios.

Es el momento de la bendición de los animales para iniciar a continuación la procesión con la imagen de San Antonio Abad alrededor de la iglesia. Varios devotos del santo no han dudado de acudir a rendir tributo al patrón ataviados con capas y sombrero. El párroco de Santa Cristina de la Polvorosa agradecido por el gesto en este ritual resaltando en su homilía el valor de la memoria popular que recuerda a San Antonio, el eremita patrón de los animales.

Las mascotas llegan al templo, todas a buen recaudo de sus dueños. Ni un sonido, ni suaves ladridos, ni maullidos, ni parloteos. Hasta el ronroneo de las palomas se silencia para rendir el merecido homenaje a su patrón con una misa y el oficio de un tríduo.