El equipo de técnicos que viene realizando los trabajos de restauración del retablo de la iglesia de Villageriz han descubierto la datación de la obra en una inscripción sobre una viga en la que se asienta el conjunto barroco. En uno de los extremos de la viga insertada sobre el muro sur del edificio aparece la data en números romanos, MDLXXI, doscientos años antes de la construcción del retablo hecho en 1750. Sobre la cara central de la madera, previsiblemente estaría la identidad del autor, aunque este extremo está aún por determinar. A esta conclusión ha llegado el técnico en restauración José Luis Casanova que forma parte del equipo del taller leonés encargado por la parroquia de San Pedro, en Villageriz, para llevar a cabo las tareas de restauración del retablo financiadas por el Ayuntamiento con una cantidad de 18.000 euros.

La viga sobre la que se fija el retablo pertenecería muy probablemente a un artesonado de la antigua ermita que tras sucesivas transformaciones desde el siglo XIII y coincidiendo con el incremento de población vendría a determinar las siguientes intervenciones constructivas llevadas a cabo desde entonces. Restos del románico como los canecillos sobre el muro sur del templo o el zócalo pétreo del frontal del presbiterio que ocupa el retablo vendrían a datar el edificio como procedente de aquella época.

El equipo de restauradores contalleres en Astorga y León, formado por licenciados en escultura y restauración, ya avezado en estas lides desde hace una veintena de años, lleva más de un mes permitiendo que el retablo de la iglesia de Villageriz cobre su esplendor primitivo. El pequeño retablo de madera está compuesto sobre madera policromada, en algunos lugares con madera de pino tea y en otros, con madera de chopo de la zona. Las tablas están hechas sobre madera de nogal negro. Un total de nueve tablas dispuestas sobre el ático representan la vida del patrono San Pedro. Unas pequeñas tablas frontales y laterales en la parte inferior del retablo corresponden a los 4 evangelistas y otras dos tablas más en bajo relieve representan a Santa Bárbara y a Santa Lucía. La talla que preside la hornacina central del ático corresponde al patrón San Pedro, de la misma época del retablo, de 1571. En la parte central se encuentra el Sagrario de tipo monumental y a los extremos las tallas de San Antonio de Padua y de San Ignacio de Loyola.

Todo el conjunto se encuentra revestido de láminas de oro de 24 quilates aplicadas sobre el estuco y el bol de Armenia (el color rojo que se encuentra debajo del oro). «En aquella época se fabricaban las láminas de oro sobre una moneda de ducado y sobre ella se ponía una piel de cordero, se golpeaba con una maza de madera para estirar el oro y cuando estaba ya plano se volvía a doblar la hoja de oro sobre otra piel de cordero y se continuaba estirando. Se aplicaba sobre el estuco con una brocha polonesa y se pegaba con cola de conejo», explica el técnico restaurador advirtiendo, por otra parte, que actualmente esta técnica ya no se utiliza. Ahora se emplea maquinaria para hacer las láminas y el oro ya no es de 24 quilates, sino de 18.

El equipo de restauración tiene ante si todo un reto ya que la suciedad del conjunto de la madera es bien patente. La mano del hombre siempre ha sido muy agresiva para las piezas no sólo con el repintado con purpurina, titanlux o barnices, sino también con el humo aceitoso de las velas. En otros casos, se halla sobre la madera, tallas y retablo, una descomposición orgánica de productos como los entonces habitualmente utilizados como grasa de cerdo, el tocino, para dejar brillantes las imágenes con ocasión de los festejos patronales anuales. En algunos lugares también se ha venido utilizando la cebolla como limpiador y abrillantador pero al descomponerse crea una capa de suciedad orgánica a donde llegan las moscas depositando las heces y formando una película negra.

El equipo de técnicos restauradores daba sus primeros pasos hace un mes observando los daños del retablo y a partir de ahí procedió a desinfectar con productos químicos cerrando el edificio a cal y canto durante quince días para que los xilófagos desaparezcan. Una vez desinfectado se procede en cada caso a desmontar las piezas para un reajuste y unirlo a la pared mediante anclajes de acero inoxidable. Unas catas y análisis químicos determinan el proceso de limpieza para pasar a la consolidación de la policromía. El arduo proceso de trabajo continua con el soporte consistente en si es necesario reponer alguna pieza y siempre permitiéndola de distinta forma a la existente o bien madera vista con tinte parecido a lo que hay, eso si nunca se imita al original para un mayor respeto de la obra, continua explicando José Luis Casanova. El estucado y la reintegración de color completan el proceso.

Al finalizar los trabajos de restauración la parroquia instalará sobre los muros del templo un viacrucis donado por la sociedad local de cazadores. La iglesia de Villageriz sufrió una importante reforma hace dos años con la renovación de la cubierta que se encontraba en un avanzado estado de deterioro, el campanario en la espadaña y en el interior del edificio se procedió a retirar el maderamen del pavimento permitiendo a la vista el antiguo enlosado pétreo. Los enfoscados y revestimientos de bóvedas, así como pintura de paramentos completaron los trabajos.