Hoy, cuando la reacción política a la huelga de hambre de la activista del Polisario -la señora Haidar-, nos ha hecho sentir el respeto y la atención que, por encima de intereses nacionalistas o cualquier otra consideración, debe de tener la vida humana, recuerdo aquella Navidad del 57, en la que nuestra juventud combatía en Ifni y el Sáhara español, tras una ignominiosa agresión marroquí fuera de toda razón y todo Derecho Internacional. Marruecos, pretendiendo conseguir la soberanía, vulneró los tratados de Wad-Ras, (firmados en Tetuán en abril de 1860), donde se consideraron unos principios de posesión históricos desde tiempos de los Reyes Católicos, cuando sólo había cristianos y se llamó: Santa Cruz de la Mar Pequeña, y se firmaron los acuerdos internacionales con Mohamed IV y los ratificó el Derecho Internacional en la Conferencia de Berlín.

En aquellas Navidades, famosos y famosas españoles, al puro estilo americano, hicieron acto de presencia en la preciosa ciudad de Ifni para regocijo de los combatientes y nosotros, los que teníamos edad de servir a la Patria, notábamos un hormigueo especial que a algunos nos proyectó como voluntarios en busca de la aventura del evento. Pero lo cierto es que la incertidumbre del destino de los mozos hacía sufrir a muchas madres y en la Misa del Gallo en San Juan, con don Elías, pedimos un final rápido de las confrontaciones y un regreso feliz de todos los quintos de nuestros pueblos. Aquella noche hasta los villancicos no se cantaron con la alegría de siempre, y el reiterado «Campana sobre campana» no sonó al repique de otros años e incluso alguna novia echó una lagrimita y el reloj de Santa María dio las campanadas de las uvas constipado por una niebla friísima y bajo el influjo de malos presentimientos, aunque se llenó la Plaza del Reloj.

Yo, un año y unos meses después, cumplida la edad mínima para alistarme, estaba haciendo patrullas nocturnas con un Cetme en las manos y entre las tabaibas, escuchando los gritos del chotacabras y los gemidos de los chacales. Allí coincidí con gente de Benavente, que ocupaba las posiciones que defendían la ciudad; de allí pasé al Aaiún, Smara, Mahbes y al hospital de las Palmas. Quiero hacer constar que nuestros enemigos fueron: en Ifni, la fuerza armada del Istiqulal; en el Sáhara, el Ejército de Liberación Saharaui, patrocinado por Mohamed V y apodado después Frente Polisario. Hoy, sin rencores y con el cariño de hermanos, nosotros hemos sentido la inmensa alegría de la solución al problema personal de la señora Haidar, y sentimos la añoranza de aquella hermosa tierra que se metió en nuestros corazones.

Lo cierto es que la Navidad, socialmente no podía ser de otro modo, se ha desarrollado como una fiesta familiar y entrañable, aunque nos traiga el recuerdo más vehemente de los que ya no están, y toda la festividad es nacimiento; y todos sabemos que nacimiento es continuidad de la vida humana, es familia, es alegría y lo que sufrían nuestros mozos eran los peores peligros, la guerra; así, aquel año, tuvimos una Navidad con presagios de muerte, pero hoy tenemos una Ley que significa la anulación del derecho a la vida del ser humano más indefenso y más dependiente: el nasciturus. Ahora, en este tiempo se legaliza el crimen más espantoso. Con este antecedente, ¿podremos festejar esta Navidad?