Juan Carlos de la Mata Guerra (Benavente, 1959), licenciado en historia y cronista fundamental de la ciudad, es el comisario de la exposición «Benavente 80 años como ciudad». En esta entrevista aporta su visión de aquellos felices años veinte y de cómo le han ido las cosas desde entonces a la que había sido villa por derecho real.

-¿Benavente se ganó el título por la bondad de Alfonso XIII o porque se produjeron las oportunas influencias?

-Pues se desconoce, seguramente las habría, pero lo que sí se sabe es que se cumplieron unos trámites para conseguirlo. El Ayuntamiento elevó una petición y un informe al Gobierno. Era un momento de expansión en Benavente, los felices años veinte, y había un cierto empaque y un cierto nivel en cuanto a servicios e infraestructuras. Había alcanzado más población y quería quitarse el ropaje rural, el traje de villa, término que entonces se tenía por un tanto despectivo.

-¿Qué méritos se alegaron?

-En la memoria se alegaba que Benavente en aquella época ya contaba con las infraestructuras propias de una ciudad. Tenía alcantarillado, era un nudo de comunicaciones porque ya entonces se hablaba de autovías aunque eran firmes asfálticos, y por aquí tenía que pasar la carretera a Vigo y había ya un ferrocarril, edificios de varios plantas en las calles centrales y un teatro moderno que se acababa de inaugurar.

-Tampoco quería ser menos que otros pueblos vecinos.

-Sí, porque algunas localidades del entorno ya lo habían alcanzado, como La Bañeza, por ejemplo. Se quería que Benavente también tuviera este título porque era como un mérito, y aparte del orgullo local, era también un medio de propaganda.

-¿Qué valor pragmático tenía realmente?

-El título es un poco el «leiv motiv» y el pretexto de la exposición. Benavente abandona el tradicional nombre de villa y alcanza una categoría mayor; un reconocimiento, porque el término villa es más antiguo y Benavente la tenía desde el año 1167 con la Carta Puebla. En la carta Benavente figura la expresión de villa y tierra, y Benavente era un poco el ente repoblador de todo el territorio. Era el concejo y la seis merindades, cuyo territorio se fue ampliando hasta lo que es hoy la comarca. Entonces se llamaban merindades y llegaba también a lo que se llamaba la vega de Villamandos.

-¿Alfonso XIII llegó a concoer Benavente?

-No hay constancia de que estuviera. Quien sí estuvo fue su tía Isabel de Borbón, que llamaban «La chata». Se alojó en la casa del Conde de la Patilla durante varios días y el Ayuntamiento fue a recibirla.

-¿La nobleza local no influyó en la concesión del título?

-En aquel momento estaba la «Dictablanda» de Primo de Rivera y en Benavente quien tenía el poder político era don Toribio Mayo Barrios que era un poco el representante del partido único, que era la Unión Patriótica, y luego el somatén que también tenía cierta influencia.

-¿Cómo vive y se comporta la sociedad en esa época feliz?

-Pues había mucha más liberalidad frente a otras épocas anteriores. Sólo hay que ver las partituras de música que se tocaban en la época y sus títulos. Eran los tiempos del charlestón y de las modas y había unas elites que tiraban del carro de traer cosas de fuera. Por ejemplo las comparsas de carnaval de la época producen la sensación de ser ultramodernas. También había un ansia de superación que va a tener un punto álgido en la República con las reformas que se producen. Pero en los años veinte había ya un fermento.

-¿Qué papel jugó la burguesía local?

-La burguesía harinera era muy importante porque exportaba harina a Cuba y a otras ex colonias y también para el consumo nacional, porque Castilla era el granero de España. Era una de las industrias más florecientes. En esa época había unas seis fábricas y varios molinos. Y luego estaba la industria chocolatera y otras industrias de la época que requerían mucha mano de obra. Pero basta con ver quienes eran los concejales en esa época, comerciantes, propietarios agrarios y profesionales liberales, para comprender el papel que estaban jugando esas elites locales.

-Y la ciudad creció...

-En esa época se edificó mucho y edificios de mucho gusto. El de los Grande en la esquina del Corrillo de San Nicolás, es un ejemplo de la construcción en esos años de Francisco Ferriol. Y también el edificio del Teatro, que lo hizo Antonio García Sánchez Blanco, es un edificio elegante para su época. En esos momentos en España había un ansia de modernidad, de dejar un poco atrás todo lo obsoleto. Se ve en el diseño gráfico, en los carteles de la Exposición Universal de Barcelona, o de la americana de Sevilla. En las revistas de la época se ve mucha modernidad, un poco como pasó con la «movida madrileña».

-¿Benavente ha visto cumplidos aquellos sueños?

-Bueno, solo en parte. Hubo un resurgir en los años noventa después de la decadencia del post franquismo. La nobleza y la burguesía se fueron y las clases más humildes emigraron. El resurgir de los noventa con las vías de comunicación se ha visto defraudado. A la administración les salieron otros novios y a Benavente nuevos competidores. El Ayuntamiento se ha convertido en una ONG y se repite la historia. Aparece en la exposición la nómina de empleos de los obreros del plus, que llamaban en el invierno cuando la gente tenía hambruna para que ganara un sueldillo en las parcelas comunales del Sequedal y del Jardín, que se sacaban en pequeños lotes .

-¿Y dentro de ochenta años?

-Mientras no se dinamice el Oeste de España y desaparezcan las fronteras mentales con Portugal, y miremos hacia el Atlántico, poco cambiará. Valladolid se ha transformado en un nuevo Madrid, es otro centralismo que se está llevando las tajadas. Y luego Zamora capital ha sido una madrastra; a Benavente siempre la ha visto como un competidor y como una cosa alejada de su mundo. De hecho hasta 1833 Benavente no perteneció a la provincia siempre nos vio como algo que estaba en el norte, más cerca de León y que desconocía.