La sangría demográfica en Zamora no solo se nota en el mundo rural, con pueblos cada vez más despoblados. Los zamoranos tienen que mirar mucho más lejos para construirse su futuro y así se corrobora en los últimos datos del censo de residentes en el extranjero, que ya alcanza las 21.751 personas, una cifra que crece cada año, en concreto este último en 432 personas.

Alemania, Francia o Suiza son los países europeos preferidos por los zamoranos, pero, como sus antepasados, parece que siguen teniendo en América su particular paraíso para lograr una vida mejor, puesto que la mayor cifra de emigrados eligen países como Argentina o Cuba para comenzar una nueva vida. Pero si algo distingue la emigración de finales del siglo XIX y principios del XX con la que la provincia está viviendo en pleno siglo XXI es la preparación de los que deciden hacer las maletas, personas cada vez más preparadas que tienen mucho que ofrecer a los países que los acogen.

De hecho, ya se considera que Zamora está viviendo su particular «fuga de cerebros» con la marcha, según los últimos datos que reflejan las estadísticas del Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE), de 1.521 personas agrupadas en la rama de técnicos y profesionales científicos e intelectuales que han tenido que salir de sus hogares para desarrollarse. De nuevo, Zamora está a la cabeza de unas cifras nada halagüeñas, ya que, según el SEPE, es, junto a Teruel y Ávila, una de las provincias en las que mayor incremento se ha experimentado en las salidas.

Detrás de estas cifras hay historias particulares de ciudadanos, jóvenes en su mayoría, que se han visto abocados a lanzarse a los brazos de otros países que reconocieran sus cualidades y respondieran a sus expectativas laborales, sobre todo en el ámbito de la investigación. Y es que, repartidos por todo el mundo, hay decenas de zamoranos que están desarrollando estudios y poniendo en marcha tratamientos de gran interés para la comunidad científica.

Es el caso de Raquel Folgado Casado, doctora en Bioingeniería, lo que le ha llevado a diferentes laboratorios alrededor del mundo desde 2008. En la actualidad trabaja en el Jardín Botánico The Huntington, en California, centrada en la crioconservación de plantas desérticas y subtropicales, con el objetivo de mantener estas especies únicas o en peligro de extinción. «Me encanta mi trabajo y las experiencias acumuladas, lo que compensa la distancia con mi familia y con mi tierra», reconoce esta joven de Abejera.

También en Estados Unidos está Tomás Blanco Mezquita, doctor en Biología y Bioquímica. Su terreno de estudio es la vista, centrado en entender patologías como el ojo seco, el dolor crónico, el queratocono, las alergias o el rechazo al trasplante de córnea. Las universidades de Duke o Harvard han sido algunos de los escenarios de sus investigaciones. «Las maletas siempre están preparadas para partir a donde sea», confiesa.

Gran Bretaña también ha acogido a varios zamoranos, como es el caso de Enrique José Gallego Colón, María Eugenia Herva Moyano o Elisa Ramos Sevillano, también acostumbrados a llevar la bata blanca durante su jornada laboral y que se han centrado en estudios de cardiología, la enfermedad de Parkinson o la gripe.

Mucho más lejos de casa está Inma Matilla Fernández, doctora en genética, quien trabaja en el Children´s Medical Research Institute de Sídney para descubrir las causas del cáncer, cómo frenarlo y prevenirlo. «La situación en España, sobre todo en investigación, no nos permite volver. No sería una buena idea cambiar todo por regresar a casa y al paro», argumenta.

Todos ellos han tenido que renunciar a mucho para llegar hasta donde están ahora, pero la ciencia es su pasión y, aunque estén a miles de kilómetros de Zamora, se sienten afortunados de poder trabajar en lo que les gusta.