«El altavoz», «la correa de transmisión», «el eco de lo que hacemos allá donde vamos», «el día a día hecho papel»... Así define el empresariado zamorano la influencia de LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA en su trayectoria profesional. Una carrera de fondo en la que el periódico ha acompañado a los empresarios para hacer suyos los laureles, los premios y el tesón, pero también las reivindicaciones, las vacas flacas y los períodos de crisis en la que muchos se han quedado por el camino, con la mirada atrás. El diario de los zamoranos ha sido cómplice de sus desvelos y sus triunfos con ese respeto y admiración sagrados por el trabajo bien hecho.

Al pie del cañón. Es el talante que mejor define al empresariado zamorano sin distinción entre quienes decidieron abrirse camino fuera de las fronteras provinciales y los que, por el contrario, consideraron que la mejor forma de luchar por la tierra es desde dentro de ella. Unos y otros, jóvenes y con solera, han contribuido a tirar de un pesado carro donde la sangría económica, la caída del desarrollo económico y la despoblación iban por libre a contracorriente restando fuerzas.

El elenco de nombres suma y sigue. No están todos los que son, pero sí son todos los que están. Entre ellos, empresarios veteranos que empezaron de la nada hasta hacerse a sí mismos, caso de Pedro Regojo, Antonio Cancelo o Tomás Casado. Todos ellos han llevado el nombre de Zamora a otras comunidades autónomas como Galicia, País Vasco o Asturias porque «la calidad no entiende de fronteras», apuntan algunos de ellos. Otros, por el contrario, arrancaron su periplo en la tierra que los vio nacer o en la que se criaron, la mayoría, con LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA en la mano.

Primero, como niños. Después, como hombres. Entre ellos, representantes de ámbitos tan variopintos como la construcción, el comercio, la juguetería o los congelados. Y, en el medio del escenario, en su papel protagonista de motor principal del desarrollo zamorano: la agroalimentación. Carne, quesos, chorizos, pimientos y legumbres, pero sin olvidar otros tantos como las setas o la harina, germen de esas hogazas que los turistas devoran porque «el pan sabe a pan». Las merecidas denominaciones de origen, las marcas de garantía y las indicaciones geográficas protegidas conforman el abanico de productos de la tierra para dar aire cuando las dificultades aprietan. Porque si la calidad tuviera un nombre propio, ese sería el de Alimentos de Zamora.

En ese periplo empresarial en el que permanecen embarcados los empresarios y, sin lugar a dudas, sus equipos y trabajadores, LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA les tiende la mano para acompañarlos en esa carrera de obstáculos llamada emprendedurismo. Sus nombres, sus firmas y sus rostros tenían que estar hoy, aquí y ahora 120 años después de nuestros inicios.