Se lo he escuchado a varios agricultores con estas o parecidas palabras: se nos muere el cereal, ha tenido mucha agua durante mes y medio, se ha acostumbrado a lo bueno y no ha enraizado en profundidad; ahora, cuando vienen las dificultades, no tiene suficiente sostén, lo está pasando mal y si no llueve pronto, el buen año que esperábamos se va a ir por la gatera en semanas.

Un cerealista curtido me lo cuenta y ya le ha puesto nombre, es el síndrome de la buena vida. Si te acostumbras a lo bueno, es muy duro cambiar de estado, ir a peor supone un sufrimiento enorme. Lo que le está pasando al cereal es, desde luego, una enseñanza de vida aplicable también a los humanos.

Le cuento esto a otro agricultor, que además es técnico y vive del campo. Se sonríe. "No te creas nada de lo que te dicen, lo que sucede es que se han creado muchas expectativas con la cosecha y el agricultor es muy dado a pensar con el mismo mecanismo que la lechera. Estaba echando cuentas de rendimientos por encima de los 4.000 kilos y ahora se está dando cuenta de que no, que ya no puede comprar otro tractor ni cambiar los aperos. Esto es así, el campo es lo que es y por eso nadie se hace rico".

Lo que sí es cierto es que hay preocupación seria y que hay sembrados, sobre todo de trigo, que si no llueve pronto no van a llegar a pájaros nuevos. Ha llovido mucho durante mes y medio, entre 150 y 300 litros por metro cuadrado, dependiendo de las comarcas, pero llegó mayo y mandó parar. Vino una semana de calor y todo se activó, ahora llevamos cinco días con temperaturas cercanas a la helada por la noche. El tiempo es así: un caballo sin bridas que galopa parado sobre el viento.