La exposición sobre Delibes cazador en la Biblioteca Pública del Estado solo es apta para amigos de la cinegética, poco más. Pero sí hay dos detalles que sorprenden (al menos a mí): las cartas de la editorial sobre el precio -y las justificaciones- a pagar por las novelas del genial escritor vallisoletano y el estadillo (hecho a mano) que utilizaba este para apuntar las piezas abatidas (hoy lo tacharían de cualquier cosa).

Delibes desgrana en un vídeo su visión de Castilla y León y de España. Ahí está el quid de la cuestión. No sé cuanto hace que se grabaron las imágenes (seguro que más de 40 años), pero las reflexiones del autor de "Diario de un cazador" podían ser de ayer. Viene a decir que se culpa a Castilla y León desde algunas zonas de España de colonizar al país, de oprimir a no sé quien, de haber impuesto el idioma. Delibes, socarrón, lo dice con cifras en el vídeo: a finales del siglo XIX las provincias de la Meseta norte reunían tres millones de habitantes, lo que suponía más del 18% del total nacional. En el momento que habla el autor, el porcentaje era de menos del 7% nacional (y en la actualidad, con 1,4 millones, no llega ni al 5%). Las cifras hablan solas, las imágenes de pueblos solitarios, añosos y retorcidos, son deprimentes. Las de ahora están vacías, no hay gentes en el objetivo, solo soledad. Ese es el panorama actual, de tanto decirlo se nos están acabando las lágrimas.

Lo peor de todo, no son las imágenes, son las sensaciones. La Castilla Vieja de Delibes navega a la deriva, golpeada por el temporal, ajada y cansada. Nadie ha sido capaz de aplicar un tratamiento eficaz que reduzca los síntomas del abatimiento. A quienes llevamos años denunciando esta situación nos llaman pesimistas y victimistas. Es lo que hay.