"No hay negocio en el mundo que tenga que sobrevivir vendiendo sus producciones a precios de hace 25 años". Lo dice Luis, que tiene su explotación cerealista en un pueblo de la Tierra de Campos zamorana. Y tiene razón porque recibe por el grano lo mismo que su padre cuando tenía su edad. Así es imposible prosperar, aunque los rendimientos hayan crecido más de un 20%. No salen las cuentas. ¿Cómo vive entonces el sector agropecuario zamorano?

La renta agraria provincial asciende a unos 270 millones. De esta cantidad más de 100 millones proceden de las ayudas de la PAC y de otras subvenciones. ¿Y el resto? Más de un 60% de la ganadería y el resto de la agricultura.

Los cultivadores cerealistas, sobre todo radicados en las comarcas del Este de la provincia, Campos y Pan, se llevan la peor parte. La sequía diezmó la cosecha más de un 60% en 2017 y los precios en vez de subir se han mantenido muy bajos. Las explotaciones de cultivos herbáceos solo se mantienen por los pagos compensatorios comunitarios.

No entienden los cerealistas (¿o sí) que las cotizaciones del trigo y la cebada (17,8 y 17,7 céntimos kilo, respectivamente) sean los mismos que hace seis lustros, mientras que, por ejemplo, el precio del pan se haya multiplicado por cuatro, por cinco... Esta política de precios miserables solo se ha podido mantener por los pagos compensatorios de la UE que, al final, a quienes benefician son a los consumidores.

No cuadran los datos del campo zamorano con la estadística nacional. El Ministerio de Agricultura informó en diciembre pasado que la renta agraria nacional, a pesar de la sequía, había experimentado un incremento medio del 4,9%, situándose en 28.400 millones de euros. Estos datos suponen un récord superando los 27.100 euros del ejercicio pasado.

Agricultura explicó que el aumento de los ingresos agrarios tiene que ver con la mejora de las producciones ganaderas debido a una subida media del 8,6% de los precios. No están muy de acuerdo con estos datos los ganaderos zamoranos, aunque sí que es verdad que las cotizaciones del porcino aumentaron después de varios ejercicios anteriores catastróficos y que otro tanto ocurrió en el caso de las producciones de vacuno de leche. Peor año tuvieron los ganaderos de ovino, con gran peso en la provincia, con un comportamiento errático de los precios, tanto de la carne como de la leche. El año para los patateros no ha podido ser peor y muchos de ellos han optado por dejan sus producciones en la tierra. Y tampoco fue bueno para los viticultores, por la caída de la producción. El sector agropecuario en general gastó menos en medios de producción, incluida la energía.

El sector agropecuario zamorano sigue, cada vez más, en manos de profesionales mayores, con una media que supera los 55 años, lo que lastra las posibilidades de inversión y también la rentabilidad de las explotaciones.

Ese es precisamente uno de los grandes retos y problemas del sector, la falta de relevo generacional. Los jóvenes que entran en la actividad proceden del ámbito rural y heredan las explotaciones. El gran coste de las instalaciones agropecuarias espanta a quienes quieren entrar en el sector sin tener una conexión directa con él. Un joven que quiera abrirse camino en el campo necesita un inversión superior al medio millón de euros.

A la Administración, mejor, a los políticos, se les llena la boca con las ayudas destinadas a agricultores y ganaderos jóvenes. Son mínimas y no garantizan la continuidad del sector. En estas condiciones es previsible aventurar que va a seguir cayendo el número de profesionales en la provincia y también a nivel nacional. El campo español, como ya ocurre de forma evidente en Francia y Alemania, va a pasar cada vez más a manos de activos a tiempo parcial. La demanda de los sindicatos en favor de unas ayudas PAC solo para profesionales no parece que vaya a tener mucho recorrido por la propia estructura del sector.

La gran preocupación del sector agrario en la actualidad no es la modernización ni siquiera el incremento de los regadíos. Agricultores, ganaderos y sus sindicatos están muy preocupados por el horizonte de la PAC, fijado para 2020. Ese año se aplicarán todas las novedades, incluida una segura disminución del presupuesto como consecuencia de una presión interna para disminuir las cuentas del campo dentro de la UE y la marcha de Inglaterra, un país claramente "ponedor".

Agricultores y ganaderos tienen, además, una asignatura pendiente desde siempre: lograr el reconocimiento de la sociedad a su labor, la más importantes, sin duda, dentro de la cadena productiva, la de hacer posibles los alimentos que todos consumimos diariamente. El reconocimiento social completo aún no se ha conseguido.