Los recursos naturales se han convertido en bienes generadores de riqueza para quienes viven en el ámbito en el que se manifiestan. El sol, el mar, la montaña llueven beneficios para quien sabe explotarlos y transformarlos en energía, en turismo, en riqueza medioambiental. ¿Y el agua dulce? Es de todos, pero principalmente engorda la bucheta de las eléctricas y del común a través de tasas e impuestos, pero no beneficia a quien está a su lado, como ocurre, por ejemplo, con una playa o el tiempo templado y benigno. No vale el ejemplo de los regantes, que generan materias primas que siempre acaban beneficiando a otros.

Están en marcha las negociaciones para conseguir un Pacto Nacional del Agua. No van a ser fáciles los acuerdos entre comunidades autónomas y los partidos políticos de ámbito nacional se van a tener que atar los machos para no descoserse por los intereses de unos y de otros, militantes todos.

Zamora, que aparece como provincia seca en el mapa, no lo es. Tiene más de una decena de embalses, algunos tan "caudalosos" como Ricobayo o Almendra (con la central en tierras salmantinas, pero el agua acumulada en terrenos sayagueses). El Esla destila en Zamora toda el agua de la montaña leonesa y el padre Duero llega cansado a la provincia, pero con el suficiente coraje como para llenar permanentemente las presas de Castro y Villalcampo.

Zamora acumula un capital en agua (incluso en tiempos de sequía), pero nunca ha sabido esgrimirlo como bandera (la verdad es que no ha sabido enarbolar nada como enseña). Ni tan siquiera es la provincia de Castilla y León con más regadíos.

¿Vamos a seguir siendo eternos perdedores? Que alguien, por Dios, ponga sobre la mesa nuestra riqueza hídrica e intente lograr contraprestaciones del Estado, ese que se independizó de nosotros hace muchos años.