Se imponen los genes más resistentes y los abonos naturales; también se impone la desfragmentación genética ya que la uniformidad conduce a la vulnerabilidad. En la hambruna que se produjo en Irlanda en el siglo XIX, esta uniformidad genética en el cultivo de la patata supuso que todas las cosechas se vieran afectadas por una sola enfermedad, un hongo llamado phytophthora infestans. La misma plaga también afectó a los Andes, pero allí los agricultores plantaban 46 variedades de patatas, y esta diversidad genética les protegió, ya que la enfermedad sólo afectó a algunas cosechas. Las patatas de los Andes sirvieron para reabastecer a las granjas europeas. Lo mismo ocurrió con las vides y la filoxera.

La experiencia agrícola nos ha regalado todo un mundo de experimentación por pura necesidad. No hemos pasado de la agricultura natural a los cultivos transgénicos por casualidad sino por escasez. El profesor Stephen Hawking (Oxford, 1942) cree que si no somos capaces de colonizar nuevos planetas, la raza humana se enfrentará a una extinción inminente por la sencilla razón de que la Tierra no podrá alimentarnos a todos. Pues bien, hasta que no lleguemos a nuestras futuras colonias tenemos que enfrentarnos a nuevos retos que implican avances sostenibles y diferenciales frente a la agricultura actual.

Los avances

Estos avances sostenibles pasan por la hidroponía, la eficiencia del suelo, las nuevas herramientas de cultivo (maquinaria pesada en gran medida), fitosanitarios, nuevas técnicas de poda y sobre todo, en los transgénicos de muchos cultivables. Las plagas son uno de los elementos más catastróficos en agricultura y por ello la introducción de nuevos genes que alteran la resistencia de los cultivos se muestra como uno de los alicientes para el agricultor y el consumidor, que ve posible incluso desestacionalizar ciertos consumibles. Las ventajas de este método suponen un uso más selectivo de insecticidas en los campos sembrados con estas variedades, lo que implica a su vez un menor impacto en el ecosistema que alberga al cultivo y sobre todo, en la salud de los trabajadores que manipulan los fitosanitarios.

Frente a la innovación genética, algunas ONG´s como Greenpeace opinan que los transgénicos u Organismos Modificados Genéticamente (OMG) forman parte de este modelo de agricultura industrial y son seres vivos nuevos, que no existían antes en la naturaleza ya que han sido creados en el laboratorio manipulando sus genes. Aseguran que cada vez más datos científicos confirman los riesgos que suponen para la salud y el medio ambiente.

Pero ¿Qué es un ser vivo nuevo?

Todos los seres vivos están formados por células en cuyo ADN se encuentra su propia herencia genética. En la naturaleza, los cruces reproductivos solo pueden darse entre ejemplares de la misma especie. Un perro se cruza con un perro pero nunca con un elefante.

Pero la ingeniería genética es algo más complejo. Implica extraer genes de otras especies. Por ejemplo, se extrae una parte de la cadena de ADN de un caracol y se introduce en el arroz creando una nueva forma de vida, con consecuencias desconocidas para el medio ambiente, para otras especies y para el hombre. Son seres impredecibles como pudimos ver en Parque Jurásico cuando, para sustituir cadenas de ADN perdidas en el Tiranosaurio Rex, deciden extraerla de una rana africana que, singularmente cambia de sexo según el entorno.

Sin embargo, los resultados obtenidos hasta ahora no son tan desfavorables como se preveía. De facto lo que tenemos son mayoritariamente son:

€ Plantas con una alta resistencia a los fungidas y a las plagas de insectos virus, bacterias y hongos.

€ Plantas con distintas composiciones químicas, más adaptadas a las necesidades alimentarias animales: almidones, aceites y proteínas.

€ Y también cultivos con características diferentes a las habituales como la resistencia a condiciones ambientales adversas, a las sequías y, sobre todo, con estas técnicas se prolonga el período de la vida del fruto tras la cosecha.

Lo que tenemos en nuestra mesa

Hay cinco comunidades españolas que han rechazado los transgénicos: País Vasco, Cantabria, Asturias, Islas Canarias y Castilla y León. Además, hay unos 200 municipios de toda España que aseguran no cultivar transgénicos. Por el contrario, y según César-Javier Palacios, responsable de comunicación de FSC España existen cientos de parcelas donde multinacionales como Monsanto, Syngenta, Bayer o Pioneer tienen realizan experimentos con maíz, remolacha y algodón transgénico

La realidad es que según los datos que recoge el ISAAA (Servicio Internacional para la Adquisición de Aplicaciones Agrobiotecnológicas), la UE ha aprobado en total diez productos transgénicos para su cultivo en Europa. Siete de ellos son claveles ornamentales, otro es una patata con fines industriales, y los otros dos son variedades de maíz con fines alimenticios. Solo uno de estos últimos se cultiva en la actualidad: el conocido como maíz MON810, un tipo de maíz cuya proteína resulta tóxica para las larvas del taladro, un insecto que se alimenta de los tallos y las hojas de la planta del maíz e impide que las cosechas prosperen.

La ingeniería genética es básica para satisfacer las necesidades de una población mundial que aumenta cada año en 80 millones de personas y en palabras de Hugh Grant, presidente de la Compañía Monsanto: "atrasar su aceptación es un lujo que nuestro mundo hambriento no puede permitirse.?