Buena se ha liado por pedir una prima para quienes viven en el ámbito rural (lo hice en un artículo publicado en este periódico el pasado viernes como medida última para frenar la despoblación). Me dicen por la calle -casi a voces- alguien que no identifico por el nombre: "Pero no tienen ya bastante los agricultores con lo de la PAC y lo que no es la PAC, que ahora quieren una subvención solo por vivir en los pueblos. Basta ya de hacer el egipcio (¿). Que las subvenciones no vienen del cielo, las pagamos todos".

Me parece injusta -y soez- esa identificación que hace una parte de la sociedad de campo y subsidios. Es mentira. El campo no recibe ayudas porque sí, recibe pagos de las administraciones para compensar su pérdida de rentabilidad, como consecuencia de que el sector está intervenido. Así de claro. En un sistema capitalista no hay ninguna actividad económica que se rija con precios de hace 30 años. El campo sí. Muchas producciones agropecuarias se pagan a agricultores y ganaderos al mismo precio que hace seis lustros. Esas denostadas ayudas sirven para que el consumidor pueda comprar los productos básicos a precios asequibles en las superficies comerciales. Son, en el fondo, subvenciones a los consumidores. Esa es la verdad.

Además, cuando yo pido una prima rural, no estoy pensando solo en los agricultores y ganaderos, que ya son "rara avis" en los pueblos (¡por algo será¡). Demando un pago para todos los que residen en el ámbito más amenazado. No es una dádiva, es una compensación para reconocer su aportación -no correspondida- a la sociedad. Y no estoy hablando de renta garantizada, esto no tiene nada que ver, es diferente y, desde luego, compatible. Es admitir su aportación al medio ambiente, al equilibrio territorial, a la biodiversidad y a la cultura.

Cuando el otro día me increparon por la calle, me callé. Hice mal, como ha hecho siempre el ámbito rural. Callarse es admitir, tragar. Pedir justicia es propio de humanos. Y hay que hacerlo.