La mañana amaneció pamplinosa, de médicos. Las nubes, caprichosas, se pusieron a beber en el suelo. Cuando el ánimo anda volandero, el tiempo hace subir o bajar el termómetro a golpe de alprazolam. Alguien, un zamorano de los valles benaventanos, llama por teléfono desde el País Vasco: "Quiero mandar un escrito al periódico, denunciar una imagen, no hay derecho a que ocurra eso en mi tierra...". "(¿)". "Sí, sí -explica-, la plaza mayor de Benavente, medio vacía el fin de semana, fueron muy pocos los que se movilizaron para reivindicar la permanencia en Villabrázaro de Kronospan, muy pocos para lo que tenía que haber sido y, sin embargo, yo he visto el mismo lugar repleto de gente, a rebosar, cuando, coincidiendo con la Veguilla se pide el toro... Una vergüenza, así nos luce le pelo, somos incapaces de luchar por lo nuestro; ahora, eso sí, cuando hay que estar de fiesta, los primeros, somos los primeros...". Fuera, las fachadas del casco antiguo cambian de piel, agradecen el sol que llega entre visillos, sin fuste, como si viniera de acostarse con la luna de aire. Corto el parlamento para que la cosa no vaya a más: "Bien, tampoco hay que ser tan radical. No es de extrañar que aquí, en una provincia que pierde día a día tanta población como futuro, las fiestas se hayan convertido en enseña, en bandera que une más que ninguna otra a los que vivimos aquí y los que residen fuera, pero son de aquí; ensalzamos las celebraciones, incluida la Semana Santa, porque nos unen al pasado, pero también a lo que está por venir, somos conscientes de que pidiendo el toro, procesionando, hacemos lo mismo que hicieron nuestros abuelos y será lo que hagan nuestros hijos y nietos...". "Pero, por eso, por volcarnos en cosas como las fiestas, hemos descuidado lo más importante. Somos incapaces de luchar por los nuestro, por el futuro, por el empleo. Así ha pasado y pasa: tenemos que marcharnos de aquí a producir a otros lugares. Es triste, una tragedia repetida...". Le cuento lo último: "El INE da por hecho que nueve de cada diez pueblos de la provincia desaparecerán, Zamora pierde 3.000 habitantes cada año. La provincia tuvo 350.000 habitantes hace 120 años (casi tantos como Vizcaya y Guipúzcoa juntas) y hoy no pasa de 180.000...". "Pero, como se puede aguantar eso (me repite dos veces indignado), es increíble; no puede ser, no puede ser...". Le respondo con un dicho popular: "Mientras baja y sube el palo descansan las costillas...". Y nos despedimos. El día ya está por debajo de la cintura.