Vemos ahí, al fondo, el 26J, una nueva jornada de votación. Y nunca, de verdad, nunca, se había notado más hastío entre los votantes. No sé si la campaña cambiará las cosas, difícil por el desprestigio de los políticos, pero la situación actual es de hartazgo. Más que nunca se va a ir a votar para que no salgan los otros, a la contra. "No sé, no sé, esto pinta mal, como gobiernen esos no sé que va a pasar...", la frase la acabo de escuchar en una conversación de calle entre tres mujeres mayores en plena Rúa de los Francos.

El ínterin pos20D de seis meses no ha servido para nada. ¿Hay tan solo un elector que haya cambiado su intención de voto porque algún partido político diferente al que prestó su sufragio lo haya convencido? No, creo que no. El tramo en funciones no ha servido más que para ahondar el sentimiento negativo. A estos ya no los vuelvo a votar ni de coña. ¿Pero, a quién voto?

Difícil parece que cambie la distribución actual de sufragios tras el 26J. Mínimamente por la abstención. Sí puede cambiar la actitud de los partidos tras los comicios. O sea que puede haber pactos. Podemos-IU y PSOE podrían llegar a la mayoría absoluta, pero seguramente las líneas rojas y la necesidad de encontrar territorio en un espacio determinado por las múltiples sensibilidades de la izquierda lo va a impedir. ¿Que queda: PP-PSOE-Ciudadanos. Imposible también por las mochilas cargadas de piedras y por la corrupción. Aunque si Rajoy se va "por el bien de España", las cosas podrían cambiar.

Resumiendo. Seis meses perdidos por unos políticos que han sido incapaces de hacer creer que pueden gestionar un país que sigue lastrado por la crisis. Ni uno solo de los partidos ha puesto sobre la mesa un proyecto creíble de país. Y sin hoja de ruta no hay camino posible.