Los políticos nacionales no han hecho su trabajo, han sido incapaces de pactar para gobernar y vuelven a mirar a los votantes: que lo arreglen ellos en las urnas. Y con ellas nos vamos a volver a topar el 27 de junio. En Zamora, iremos, acompañados de charangas y peñas en plenas fiestas de San Pedro, con sombrero de doble ala para protegernos del sol de justicia que se supone en esas fechas.

¿Estaba difícil el pacto? Pues claro. Un acuerdo se concreta cuando se consigue poner de acuerdo a dos o más partes distanciadas. Cuando no hay diferencias no se necesitan pactos. Los partidos se han quedado en eso, en la tribu, cada uno rebozándose en su singularidad, en sus líneas rojas. Ha faltado empatía, que se supone que es la madre de la política, y han sobrado egos.

Los políticos no han hecho su trabajo y habría que restarles una parte del sueldo. Eso sería lo justo, ¿no? A un representante público se le supone dialogante, de mentalidad abierta, honesto con él y con sus votantes. Pues nada de eso han demostrado en los últimos cuatro meses. Ha habido muchas barricadas y apenas terrenos llanos.

¿Elecciones el 27 de junio? Bien, vale, pero ¿quién nos garantiza que va a cambiar el resultado? Si no cambian los resultados ni los políticos, ¿cómo pensar que en verano puede haber pacto? Y si no, otra vez comicios en diciembre. Otros 160 millones. ¿Es posible abrir el bucle?

Ese "enrocamiento" ya ha tenido la primera consecuencia: parón de la recuperación económica. Ya hay quien vuelve a hablar de los hombres de negro. Las salidas se empiezan a taponar. Regresa el pesimismo.

Y lo peor de todo es que ningún partido político ha conseguido apuntar alternativas al sistema productivo -caduco- español. No sabemos a lo que se va a dedicar este país en los próximos años. El turismo llegará un momento en que dejará de crecer. Primaveras árabes y tensiones en países de la competencia no van a durar siempre. A ver qué hacemos.