Es llover y cambiarle la cara a los agricultores. Con ganas de tirar cohetes se han quedado muchos, que yo lo sé. Nadie sabe lo mal que se pasa cuando se mira al cielo y nada, se vuelve a mirar y menos que nada. Ahora sí, ahora ha caído con ganas. Entre 30 y 60 litros, dependiendo de las zonas, se han desparramado por la provincia desde que se inició el mes.

Ha sido el regalo de Reyes Magos adelantado. Para todos. Porque, esa es la pena, parece que cuando llueve solo viene bien a agricultores y ganaderos. Mentira. Nos viene bien a todos. El agua es vida. Cada uno somos agua con cuatro huesos y cinco nervios, necesitamos el agua para vivir, para no morirnos de asco antes de tiempo.

Hay quien, sobre todo en las ciudades pero también en los pueblos, que cuando caen más de cuatro gotas se pone nervioso, protesta: "Qué asco, cuándo dejará de llover, está todo pingando, no hay quien pise las calles". Así somos. En tiempos de lluvia y de calor. Incongruentes, inconsecuentes. No hay dicho mejor enunciado que el de la viga en el ojo propio. Parece mentira que esta sociedad, tan aparentemente abierta, se haya hecho tan egoísta, tan corta de miras, tan opaca. En tiempos de globalización, del imperio de las redes sociales, vivan las tribus. Eso es lo que estamos alimentando. Yo pertenezco a tal grupo y los míos, mis amigos, son los buenos. Los otros, no, los otros son tontos.

Pues eso, que el agua, la lluvia nos viene bien a todos. A los agricultores y a los urbanitas. Que lo sepan todos los grupos. Y que por una vez llueva a gusto de todos. Así se evitarán contaminaciones en las ciudades, respiraremos mejor y nos costará menos la electricidad. Y si nos mojamos. Pues eso, ajo y agua.