El debate a cuatro del lunes defraudó a quienes -muchos- quieren ir convencidos e ilusionados a las urnas. Ninguno de los cuatro ponentes consiguió enganchar a los -muchos- que no tienen las cosas claras ante el 20D. No hubo novedades y el discurso de unos y de otra fue previsible, con apenas propuestas novedosas y exceso del archisabido "y tú más".

Desde luego demostró que el inicio de la campaña, donde el ámbito rural apareció en escena, fue un espejismo y el campo y el mundo rural no interesa a la política nacional. Los gestos de Rajoy en Benavente y Pablo Iglesias en Villaralbo se quedan en eso. La despoblación rural, el desequilibrio territorial, la soledad de los pueblos no vende cuando la política se sube a las tribunas nacionales.

Cada vez vive menos gente en los pueblos, cada ve muere más gente en los pueblos, hay menos jóvenes, el futuro se va con el humo de las hogueras de diciembre. La política nacional parece dar por amortizada una situación que avanza a velocidad de vértigo ya, sin aparente, solución.

Alguien, con autoridad, debería reflexionar estos días cuando las "boinas" no dejan respirar a las grandes ciudades, sobre el peligro que supone que millones de personas vivan en un espacio reducido. En países como España sobra territorio y, sin embargo, nos empeñamos en hacinarnos en enormes urbes, tragando aire envenenado permanentemente.

La Cumbre del Clima de París, que uno sepa, no ha dedicado ni un minuto a tratar sobre el peligro del desequilibrio territorial que se está produciendo en la mayoría de los países, con la despoblación galopante del ámbito rural. Eso no vende y ya está amortizado. En París y Madrid. O eso parece.