He tenido una revelación. La solución para que Castilla y León salga del marasmo económico en que está metida, frene e invierta la caída libre despoblacional y se convierta en una comunidad que atraiga trabajadores es, tachín, tachín, elaborar y aplicar un plan global como el que ayer se aprobó para el sector lácteo.

Suena a música celestial: incentivos para la incorporación de jóvenes y modernización de explotaciones, estabilidad de las rentas, regulación de la oferta, contratos con precios garantizados, microcréditos y préstamos en condiciones ventajosas, acuerdos a largo plazo de la distribución con las industrias, equilibrio y transparencia de la cadena alimentaria, programas formativos y promocionales, investigación y procesos tecnológicos, plan de control integral del equilibrio de la cadena de valor, trazabilidad. Un programa maravilla ratificado por todos los agentes políticos y sociales ("consenso sin precedentes"). ¿Qué más se puede pedir? Que se cumpla, desde luego, y que cada palo aguante su vela.

La plataforma de competitividad del vacuno de leche se debería extender a todo el sector agropecuario regional, un programa amplio con el compromiso de todas las partes. Así sería posible que esta comunidad autónoma, de una vez por todas, pueda rentabilizar su principal valor, el territorio, transformar todas las materias primas que genera (poca cantidad, pero excelente calidad) y comercializar el producto final a un precio justo. Con eso sería suficiente para que la renta per capita se incremente considerablemente y los castellano-leoneses rejuvenezcan e incrementen su autoestima, que falta hace. No es tan difícil, ¿no? Es ampliar papeles, implicar a más gente. ¿Por qué no se hace? Vamos a soñar. Esa es la revelación.