"Cualquier día tenemos que venir a tomar el café con un saco de trigo". El comentario de un agricultor a pie de barra alumbró este reportaje sobre el desequilibrio de un mercado alimentario que roza lo estrafalario y, lo que es peor, arruina a muchos productores incapaces de rentabilizar sus explotaciones. Los datos hablan por sí solos. Estableciendo el precio medio de un café en Zamora en 1,10 euros solo hay que aplicar la matemática para deducir que el coste de este producto de consumo cotidiano equivale a 6,4 kilos de trigo. El producto base con el que se elabora el pan se paga al agricultor a 0,174 euros el kilo según la media de precios de este año aprobados en la Lonja Agropecuaria de Zamora.

Si nos vamos a los productos de uso diario que llenan las neveras del hogar las comparativas no dejan menos atónito. Volvamos al café. A un horticultor que vende sus cebollas desde la tierra se le paga un precio en origen medio de 0,26 céntimos el kilo; tendría entonces que vender 4,2 kilos para pagar el café en la barra del bar. Sin embargo el ama de casa que acude al mercado paga por las cebollas aproximadamente un euro.

O un producto de la tierra como el pimiento experimenta un diferencial del 435% entre el precio de origen (en el verde) de 0,44 euros el kilo a los casi dos euros que paga el consumidor.

Y qué decir de la patata, con un precio en origen de 0,19 céntimos el kilo, hay que vender 5,7 kilos para llegar al euro con diez del café. "Se podrían hacer muchísimas comparaciones; un ladrillo vale más que un kilo de trigo, un litro de agua más que un litro de leche y si te vas a las patatas para qué quieres más" reflexiona el saucano Julio Tola, productor de patata, uno de los sectores más castigados por los vaivenes del mercado. "El año pasado se pagaban a cuatro o cinco céntimos, así que en muchas tierras ni se arrancaron". Este año con 0,19 céntimos por kilo, "si son excelentes", tampoco se pueden tirar cohetes, sobre todo si se comprueba que el consumidor para un 268% más por el producto, a 0,70 el kilo. "Estamos en un mundo de locos" sostiene Julio Tola. "El que sectores estratégicos como la alimentación, energía o telecomunicaciones, estén en manos de unos pocos es como una bomba a la que le quitas la espoleta".

Sufridor de los vaivenes del mercado, Tola se subleva cuando va a una gran superficie y ve a una señora cargando con la bolsa de patatas a un euro. No puede por menos de decirle: "si supiera usted que estamos cargando tres o cuatro camiones diarios a diez céntimos... Lamentablemente al consumidor le resbala todo esto" se lamenta.

El desequilibrio entre los precios en origen y en destino tiene un termómetro puntual, todos los meses, gracias al acuerdo entre la Unión de Consumidores y el sindicato agrario Coag. Es el llamado IPOD (Índice de Precios en Origen y Destino de los alimentos) con el que se pretende denunciar los abusos de un mercado dominado por numerosos intermediarios que intervienen en el conjunto de la cadena alimentaria.

Un desequilibrio que dispara al 450% -la mitad que en centroeuropa- el diferencial medio entre los precios en origen y en destino. El dato lo aporta Miguel Blanco, secretario general de Coag, quien precisa que ni siquiera en los años punta de la crisis se acortó ese abismo. "Se redujo el consumo, los grandes distribuidores ajustaron precios pero la estrategia era bajar el origen y así se mantienen los márgenes de distribución". A juicio del líder sindical la situación viene dada "porque durante décadas las políticas liberalizadoras han favorecido las grandes estructuras agroalimentarias y la gran distribución se ha fortalecido". Por ello la ley de Cadena Alimentaria "viene a intentar una cierta regulación del mercado, el problema es que lo están dejando en papel mojado; el Ministerio de Agricultura debe actuar con contundencia y rigor, pero no se está haciendo" denuncia Blanco.

Un caso de plena actualidad es el de la leche de vaca que tiene a los ganaderos en pie de guerra. Volvamos al café. Para pagar una tacita en la barra del bar el productor tendría que vender 3,9 litros de leche, si se tiene en cuenta que el precio medio que se está pagando en la granja es de 0,28 céntimos. Un coste que para el consumidor se transforma en 0,79, lo que significa un diferencial del 182%.

Por ello resulta cuando menos extraño ver a un ganadero tomarse un café en su granja sabiendo que con arreglo a lo pagado tendría que haber vendido la leche a precio de oro. "Con lo que están pagando la leche muchas explotaciones están condenadas a desaparecer" opina Eduardo González, joven productor de Andavías. Con las movilizaciones en pleno auge el ganadero, afiliado a Asaja, no puede dejar de cuestionar a las organizaciones agrarias. "Te fastidia que no vayan unidos en un tema tan importante que nos afecta a todos; la industria nos aprieta, los intermediarios juegan con nosotros y ahí les ves, cada uno por su lado" comenta apenado en el día que unos estaban en Valladolid y otros en Madrid.