Como si el tiempo, la experiencia -y los errores- no enseñaran. Han vuelto los viejos fantasmas al sindicalismo agrario, otra vez la división por bandera, como si los problemas de quienes están en el listado de la organización profesional A no fueran los mismos que los que están en la B o en la C. Pues claro que sí, por mucho que se empeñen en singularizarlos algunos dirigentes políticos por intereses bien particulares. Unos convocan la Marcha Blanca y otros movilizaciones concretas en las provincias. Pues no, es un error. Los industriales y las grandes superficies se frotan las manos: el sector agropecuario sigue siendo vulnerable, canturrean. La sociedad no entiende: otra vez el campo dividido en verdes, azules, rojos y amarillos. No hemos avanzado nada. Ni las vacas, ni el trigo, ni las cabras, ni la remolacha entienden de siglas. Si el campo pide a la sociedad que reconozca sus valores, tiene que desterrar de una vez por todas la división, la debilidad. O Marcha Blanca o movilizaciones concretas. Las dos cosas, y por separado, es salir de casa derrotados.